jueves, 17 de febrero de 2011.

¬―¿Bronca?
―Nada de eso. Laura es un encanto. Quería pedirme un favorcillo.
―¿Algún secreto? No hace falta que me lo cuentes. Mira estos. ―Abrió la carpeta―. Los hice durante la semana, ¿qué te parecen?
Martín trató de ser cortés y examinó los dibujos de Estela que seguían pareciéndole tan inteligibles como siempre. Pero se hacía tarde y no pudo evitar mirar el reloj un par de veces. La chica se dio cuenta del detalle.
―Vale, tienes que irte, no te entretengo.
―Mañana podemos hablar de tus pinturas ―prometió Martín corriendo por el pasillo. Ella asintió en silencio.
―Sí, claro. Mañana.
Ana entró justo por el lado opuesto del corredor. La encontró cabizbaja y sola.
―¿No te veías con Martín?
―Bueno, verás… ha tenido que irse.
―Es un chico tan aplicadito, seguro que va de recaditos a su madre ―se mofó Ana. No pareció darle demasiada importancia.
―Oye Ana… ¿en serio crees que le intereso? Porque yo creo que pasa y no sé si seguir insistiendo…
―¿Estás majara? Pues claro que le interesas, hazme caso. Es muy tímido, nunca se le ha visto con ninguna chica, no esperarás que se lance en plancha, ¿no?
La aplastante seguridad de Ana, no logró que Estela se confiase. Dijera su amiga lo que dijera, ella no lo veía tan claro. Y la verdad, no tenía intención de quedar en ridículo delante de toda su clase, babeando detrás de Martín. Ana le pasó un brazo por los hombros.
―Anímate, tonta. Vamos a tomarnos algo.

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