domingo, 13 de febrero de 2011.
―Hombre, por fin regresas. Has debido estar muy ocupado con Estela ahí dentro. ―Su tonito impertinente acaloró aún más al muchacho.
―No digas gilipolleces. Sólo quería enseñarme sus dibujos. Su hermano nos pilló juntos en un pasillo y se figuró sabediosqué. Nos ha chillado, levantado el puño… tío. Vámonos.
―¿Estás majara? Mira qué de chicas guapas. Ana ha venido y he hablado con ella dos minutos completos. ¡Dos! Nunca antes me había dirigido la palabra. Después de esta noche tendré sesenta amigos en Facebook. Bueno, vale que diecinueve estarán sin confirmar, pero…
―Yo me piro. Vine por ti y ya has visto lo que hay ―se empecinó Martín con las manos dentro de los bolsillos. Lolo soltó un taco por lo bajini.
―Y una mierda, se supone que veníamos porque te gustaba Estela, pero algo ha pasado ahí dentro y ahora te quieres largar. Vale, soy tu amigo y te seguiré. Pero tengo que ir al baño primero. Espérame aquí y no te marches.
Dentro de la casa, Lolo se las arregló para dar con el dormitorio de Estela y robarle una foto de la estantería. Rodeada por un precioso marco rosa, la chica de las rastas sonreía picarona guiñando un ojo. Lolo depositó un fugaz beso en el cristal y se la escondió dentro de la cazadora.

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